Dispositivo y fuga. Tercera Parte.


Síntoma y Biopolítica.

                En los 70’ Michel Foucault se pregunta por qué una política de la vida amenaza siempre con convertirse en una acción para la muerte. La significación del  concepto de biopolítica nace marcado por la incertidumbre, junto al surgimiento de los Estados Nacionales que obligó al poder a ocuparse de la vida – de los ciudadanos - lo que implicó una estatización de lo biológico. En su seminario de 1975 – 76 conocido con el nombre “Defender la sociedad”[1] Foucault definirá dos formas de poder: (1) el poder disciplinario que se ejerce sobre el cuerpo (2) el biopoder que se ejerce sobre la población, la vida; términos más que actuales de la política en general y de la medicina en particular.

                Giorgio Agamben extenderá el concepto de biopolítica a toda la historia de la humanidad y a diferencia de Foucault pretenderá conectar el poder soberano con el biopoder. En la trilogía Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida[2] reintroducirá el concepto de Walter Benjamín poniendo de relieve lo que denomina como zona de indistinción entre la vida reconocida jurídica -  políticamente y la vida biológica. La “nuda vida” es vida  desprovista de toda cualificación siendo un concepto que permite inteligir diversidad de fenómenos sociales donde la vida es reducida a un cuerpo expuesto a la violencia: deportados nazis, inmigrantes detenidos, la cárcel de Guantánamo, enfermos terminales. La consecuencia de tratar al hombre como “mera vida” es que ésta puede ser sacada de cualquier contexto (histórico, cultural, político, social) y ser tratada como plan, proyecto, historia, residuo, objeto de experimentación siendo aniquilada sin que esto sea constituya delito.

                Otra trilogía (Communitas[3], Immunitas[4], Bios[5]), pero en este caso de Roberto Espósito introducirá una novedad que facilitará el acercamiento con el psicoanálisis. En Communitas (2003) considerará que “la comunidad no puede ser pensada como un cuerpo, una corporación, donde los individuos se fundan en un individuo más grande. Pero tampoco puede ser entendida como un recíproco reconocimiento intersubjetivo en el que ellos se reflejan confirmando su identidad inicial En los orígenes del término “communitas”  lo común define lo que no es propio y el munus la falta, la deuda, el don – de carácter obligatorio -  que ubica al sujeto en la dinámica del intercambio mandando a la retribución de bienes o servicios superponiéndose don y deber. Lo impropio caracteriza a lo común y esto no es sin consecuencias. “He aquí la cegadora verdad que guarda el pliegue que etimológico de la communitas: la cosa pública es inseparable de la nada. Y nuestro fondo común es, justamente, la nada de la cosa”. En el origen está la ausencia de origen, la laguna de la cual provenimos, el munus originario en cual nos constituimos. Luis Tudanca[6] dirá que en la comunidad “no se depone el síntoma –lo más singular, lo impropio de cada uno –para construir comunidad, se lo aporta, se lo dona, a lo común de la misma”; entendiendo que la comunidad es el agujero constitutivo perturbador de la institución siendo la amistad aquello que posibilita avanzar por sobre la rivalidad.

                La “Immunitas” es la respuesta protectora a un peligro, de allí que se sitúe entre la frontera interior/exterior, lo propio/lo extraño, lo individual/lo común. La immunitas es la negación del munus, la  ausencia de falta, deuda, don; es una dispensa con relación a la communitas portadora del munus. Immunitas es privilegio, constituye el lugar de excepción, condición de particularidad de un individuo o colectivo siendo su carácter esencial antisocial en tanto “interrumpe el circuito social de la donación recíproca al que remite, en cambio, el significante más originario y comprometido de la communitas”. Es una reacción contra el mal que supone debe enfrentar. “mediante la protección inmunitaria la vida combate lo que la niega, pero según una ley que no es la de la contraposición frontal, sino la del rodeo y la neutralización (…) es una inclusión excluyente o una exclusión mediante inclusión. El derecho se constituirá en el dispositivo inmunitario del sistema social. La immunitas se presentará de dos maneras (1) La ley como mediadora institucional –disciplinaria- (2) el dispositivo biopolítico  que tiende a eliminar cualquier tipo de mediación. Si la política toma la vida como objeto de intervención directa la misma termina reduciéndola a su puro contenido biológico. Immunitas implica el olvido del centro vacío en el cual se conforma la communitas. Como vemos, estos desarrollos impactarán directamente sobre el concepto de “Dispositivo”, pudiendo plantear  una “pulseada” entre lo inmunitario del dispositivo y la posibilidad de direccionarlo hacia la comunidad, dando lugar a lo singular.

                En el último texto de la tríada, “Bios”, Espósito buscará la relación entre biopolítica y filosofía afirmando que en Foucault estaría implícita una diferenciación entre una política sobre la vida y una política de la vida lo que le permitiría decir que existiría una Biopolítica negativa y una biopolítica afirmativa aunque no llega a definirlas precisamente. Para Espósito La biopolítica afirmativa, que por ahora solo se ven huellas es la que establece una relación productiva entre el poder y los sujetos: la que en vez de someter y objetivar al sujeto, busca su expansión y su potenciación. Para que el poder pueda producir, en lugar de destruir la subjetividad, tiene que serle inmanente no tiene que trascenderla”

                Del lado de la psiquiatría habría que preguntarse si lo “manicomial” se trata solamente del encierro o en la actualidad  con el avance de la industria farmacéutica y el control poblacional estamos asistiendo a una neo-manicomialización que no pasa por lo edilicio sino por la constitución de un sistema de vigilancia muy vasto conformado por instituciones no- todas que implica mayor control para la vida de los “usuarios”.

                Basaglia en los 70´toma nota del poder disciplinario y del biopoder, por ello con anterioridad a la sanción de la Ley que eliminaría los manicomios en Italia manifestaba: una vez realizada esta superación –la del manicomio- y una vez lograda una ley que la sancione, se reduce la posibilidad de hacer coexistir la calidad del rol liberador claramente identificable en la lucha contra el manicomio con la necesidad, muchas veces expresada, de superar la función normalizadora implícita de todo operador psiquiátrico. (…)en el momento que la situación cambia los márgenes de lucha se van cerrando progresivamente, el poder le pide al técnico que racionalice mas su acción. Existe entonces el riesgo de caer en un compromiso, en una trampa” El riesgo que señalaba Basaglia se transforma en lo que hoy denominaríamos como nuevo proceso de inmunización relanzando la lógica del manicomio en un proyecto de control social mucho más amplio funcionando en Instituciones fragmentadas. Luego de la sanción de la ley en un reportaje dirá que la política no es una respuesta para la locura; sólo que, en un determinado momento histórico, el modo de mantener más abierta su demanda. Ahora, cuando los hospitales psiquiátricos han sido abolidos, sería un error hacer de ello la garantía de una nueva Fe y una nueva Identidad”[7]
               
                De Basaglia a nuestro tiempo han sucedido muchas cosas. Una de ellas es la enorme expansión de la clasificación diagnóstica y de la industria farmacéutica con nuevas moléculas para medicar aquello que hace 20 años a nadie se le hubiese ocurrido, ampliando la cantidad de población que posee “trastornos” lo que implica la multiplicación de demandas de tratamiento (recetas); el impacto de la “salud pública” es enorme porque siempre lo sufren aquellos quienes más lo necesitan;  a esto se le suma la destrucción de los lazos sociales provocada por la caída de los ideales que ha dejado  poca comunidad para alojar a quienes tienen perjudicado de por si su posibilidad de lazo… y si el “loco” además es “loco malo” el tratamiento comienza y termina con la violencia policíaca.

                En algunos lugares del país los procesos desmanicomializadores posibilitaron la transferencia de la mayoría los recursos de salud mental hacia otras áreas de la medicina:  La perdida de presupuesto propio -  la dirección de los HIGA decide como se distribuye el dinero y los cargos - y la pérdida de gran parte de los planteles profesionales destinando las nuevas designaciones a otros servicios trajo como correlato el abandono progresivo de la posibilidad de acceso a tratamiento psicológico de los pacientes, dejándolos a su suerte y en el mejor de los casos  a la buena voluntad de las cooperadoras hospitalarias cuando destinan algún dinero para que los pacientes puedan participar de algún tipo de actividad generalmente en manos de voluntarios (profesionales o no profesionales) que por altruismo o necesidad de hacer experiencia brindan parte de su tiempo. En otros lugares en nombre de la “desmanicomialización” se cambió legislación y el proyecto de salud pero sin recursos humanos destinados a tratamiento, produciéndose un reduccionismo ideológico no – inocente que redunda en un ahorro de dinero para las arcas gubernamentales. En los distintos casos  la orientación de la tarea ha sido la homogenización y cuando no se ha producido abandono de las personas a su suerte, se ha multiplicado el control de los individuos mediante distintas pequeñas - instituciones: el hospital de día con hogares organizados - horarios y actividades - sumados a pequeños hogares - en la práctica pequeños geriátricos que no reúnen ningún tipo de condición sanitaria con la complicidad de que el nivel de gobierno que debe controlar es el contratante - donde viven los pacientes depositándose la responsabilidad de la vigilancia y castigo con el desentendimiento “oficial” del sistema de salud… el manicomio no deja de existir, se multiplica y por su tamaño se traslada a una comunidad cada vez más “manicomializada”.

                El control médico – psicológico ha avanzado hacia áreas que anteriormente eran incumbencia de la justicia convirtiéndose en encargado el encargado de “prevenir” por un lado y “vigilar” a las personas en sus procesos de “normalización”. Llama la atención la cantidad de recursos destinados al “tratamiento” con la cantidad de profesionales que conforman los equipos de “control” en minoridad, violencia, género, patronato de liberados, etc superan enormemente la cantidad de profesionales dedicados a la atención pública, produciéndose en el caso de la emergencia subjetiva, la derivación al vacío...  En la práctica se está constituyendo una “dispositio” donde psicólogos, asistentes sociales, médicos, operadores comunitarios, enfermeros, etc son encargados de controlar poblaciones siendo escasos los efectores de salud que brinden tratamiento. Aquello que Basaglia temía ya ocurre en nombre de la “desmanicomialización” y/o “desintitucionalización”, de allí que posiblemente el único “técnico” que ha quedado con posibilidad de generar alguna respuesta novedosa es aquel que está atravesado por el psicoanálisis.

                Con Jacques Lacan notábamos que en el Seminario sobre los cuatro discursos dictado en un tiempo donde la ideología absorbía al psicoanálisis le permitió ganar en especificidad  adelantándose a la época. Pensemos que hace pocos años Giorgio Agamben[8] al reflexionar sobre los dispositivos dirá que “Foucault llamó dispositivo a todo aquello que tiene, de una manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos. No solamente las prisiones sino además los asilos, el panoptikon, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas y las medidas jurídicas, en las cuales la articulación con el poder tiene un sentido evidente; pero también el bolígrafo, la escritura, la literatura, la Filosofía, la agricultura, el cigarro, la navegación, las computadoras, los teléfonos portátiles, y por qué no, el lenguaje mismo, que muy bien podría ser el dispositivo más antiguo…” Si subrayamos especialmente la hipótesis del lenguaje como primer dispositivo, llevamos la discusión a un campo donde el psicoanálisis lacaniano ha sido fecundo.

                Sin animo a agotar el tema y de acuerdo a las hipótesis que convienen al trabajo que un psicoanalista puede realizar en distintos dispositivos artísticos – artesanales; podríamos trazar un arco que se inicia en el escrito “La instancia de la letra en el Inconciente o la razón desde Freud”[9] donde Lacan plantea la materialidad del inconciente (y de allí su lugar en la ciencia) a partir de la materialidad del significante, suspendiendo el análisis de las relaciones del trabajo con el significante (alusión a la teoría de la mano y el trabajo en Engels) y  autorizándose en Stalin para quitar el lenguaje de la superestructura (por lo tanto no estaría sujeto a la partir lucha de clases). En el Seminario 11 abordará los conceptos de alienación – separación; en el Seminario de los cuatro discursos afirmará que “El lenguaje sin duda está hecho de lalangue. Es una elucubración de saber sobre lalangue. Pero el inconciente es un saber, una habilidad, savoir-faire con lalengua. Y lo que se sabe hacer con lalangue rebasa con mucho aquello de que puede darse cuenta en nombre del lenguaje[10] Será en el Seminario 23 - al decir de sus diferencias con Chomsky – donde planteará que no considera que el  lenguaje sea un órgano porque implicaría negar que se encuentra ligado a algo que agujerea lo real operando para capturarlo… y que no lo piensa ni partir de la mano ni del cerebro, sino de los pies… - manera fetichista de ordenar el mundo en un tiempo que se plantean las pêre-versiones

                Si bien en Espósito se encuentra un acercamiento a lo que es la falta, al agujero, a la nada en la que se funda la communitas; este no dispone de la teoría analítica para poder afirmar que la biopolítica por más que pretenda expandir y potenciar al sujeto siempre se encontrará perturbada por el síntoma, concepto que en Freud y en Lacan se define como aquello que se opone al Amo[11]. “El sentido del síntoma no es aquel con que se nutre para su proliferación o su extinción, el sentido del síntoma es lo real, lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden, que anden en el sentido de dar cuenta de sí mismas de manera satisfactoria (satisfactoria al menos para el amo) Lacan refuta a Chomsky partiendo de la triplicidad del nudo borromeo que “resulta de una consistencia que sólo está afectada por lo imaginario, de un agujero fundamental que proviene de lo simbólico y de una ex – sistencia cuyo carácter fundamental pertenece a lo real”[12] y se refiere a Joyce como aquel que “alcanzó con su arte , de manera privilegiada, el cuarto término llamado sinthome”

                Jacques Lacan se preguntará “cómo puede el arte apuntar de manera adivinatoria a sustancializar el Sinthome en su consistencia, pero también en su ex – sistencia y en su agujero?”… con estas coordenadas que hemos definido, nosotros nos preguntaremos ¿cómo un dispositivo artístico artesanal puede apuntar a  la pacificación del goce del Otro y posibilitar que se abra alguna vía para la constitución de un sínthome?    



[1] Michel Foucault. “Defender la sociedad”. Fondo de Cultura Económica
[2] Giorgio Agamben. “Homo sacer: el poder soberano y la nuda vida” Ed. Pre - textos
[3] Roberto Espósito: “Communitas. Origen y destino de la comunidad”. Ed Amorrortu
[4] Roberto Espósito: “Immunitas: Protección y negación de la vida”. Ed Amorrortu
[5] Roberto Espósito. “Bios. Biopolítica y Filosofía”. Ed Amorrortu
[6] Luis Tudanca. “De lo político a lo impolítico. Una lectura del síntoma social” Ed. Grama
[7] Mario Colucci – Pietrángelo Di Vittotio. Op. Cit
[8] Giorgio Agamben. Op cit.
[9] Jacques Lacan. “La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud” Escritos 1
[10] Jacques Lacan. “El Seminario 20. Aún” pag. 167. Ed. Paidós
[11] Jacques Lacan. “La Tercera”. Intervenciones y textos 2. Ed Manantial
[12] Jacques Lacan. “El Seminario 23. El Sinthome”. Ed Paidós.

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