Del “Ángel de la soledad” al “Encuentro con un ángel amateur” del Indio Solari
“un ángel sonso amateur
me condenó al paraíso
solo me falta saber
la hora y el lugar
y allí iré cantando”
“Encuentro con un ángel amateur”
Indio Solari
Sin pretensión de ser intérprete del Indio Solari, en su viejo tema
“Ángel de la Soledad” hace surgir esta figura como un doble capaz de alojar la
angustia existencial y desolación de quienes, a través de cierta imagen
ilusoria, participan de un espectáculo musical que valdría tanto para ricoteros
como para cualquier otro tipo de música. Tan equivocado no está, podemos notar
fácilmente cómo en el baile no importa el sentido de las palabras, se asumen
los gestos que convienen a la escena con claras señales de beatitud y en
algunos casos, de posesión demoníaca… quienes bailan, al menos en ese tiempo,
se transforman en ángeles o demonios.
En uno de los últimos temas del Indio titulado “Encuentro con un ángel
amateur”; retoma la figura del ángel pero como doble que lo condena al paraíso
(lugar del principio y el fin), realizando a su abrigo, una pequeña confesión
con relación a algunos Ideales. Notamos la diferencia entre un tema y otro, y
como la misma figura posibilita la participación en un estado dionisíaco o la
reflexión sobre la propia vida.
En las creencias religiosas, el ángel es quien intercede por nosotros
ante lo absoluto, Dios. En algunas tradiciones la figura del ángel de la Guarda
como “dulce compañía” es a quien se le pide apoyo, guía y protección. En
nuestro continente también se nombra como “angelitos” a los niños que fallecen
al nacer, y a diferencia de los adultos a los que se realizaban – y realizan-
“misas de difuntos”, con los bebes se realizaba -y en algunos lugares aún se
realiza- la “misa de ángeles” considerándose que el cielo engrosa sus filas con
un nuevo miembro.
Los ritos religiosos tempranos (como el bautismo y la circuncisión)
hacen partícipes a los niños de una comunidad más amplia (bautizados,
circuncidados) marcando el ingreso al universo simbólico y con ello la pérdida
del cuerpo angelical comenzando a ser parte de una historia orientada por
Ideales que darían un sentido a la muerte y con ello, a la vida. La
introducción de la progresión histórica hacia un paraíso celestial o terrenal
culturalmente se la debemos al judeocristianismo, allí se funda la idea de
progreso (y con ello el desarrollo de la ciencia) como camino hacia la
construcción de ese final. En otras culturas la historia es cíclica
predominando el pensamiento mágico de un mundo poblado de dioses, demonios y
fantasmas que operan a la manera de dobles benignos o demoníacos.
Desde el psicoanálisis podríamos decir que la condición angelical se
relaciona con lo que Freud denominara el yo – ideal del niño. En el espejo, el
bebe encuentra proyectada su propia imagen como totalidad en un tiempo donde
prima la incoordinación motriz. Hay un
ángel en el espejo, del otro lado un niño que busca asumir esa imagen a través
de un gesto de coordinación corporal. Se comienza a tener un cuerpo a condición de alienarse a la
imagen del espejo y sus vaivenes.
No es casual que el origen de la palabra pupila sea “niño del ojo” o
“muñeco/a” en tanto cuando se mira detenidamente los ojos de una persona puede
verse una especie de “muñeco/a” que es la propia imagen reflejada. Es necesario
salirse de esa captura imaginaria o ver más allá de ella para que ese cuerpo angelical
se introduzca en el vacío y de lugar al cuerpo simbólico como tratamiento
estable de ese vacío a partir de la mirada de reconocimiento materna, lo que
lleva a introducirlo en la pregunta por el deseo… claro… el cuerpo angelical
perdido retornará bajo la forma de ángeles y demonios ante el vacío
insoportable de una imagen del cuerpo que cavila. Los personajes que pueblan la
fantasmagoría de la infancia y las producciones culturales para niños nos
hablan de ello.
El cuerpo simbólico se enmarca de forma estable a partir de un signo que
toma del Otro, lo que facilita estabilizar las vacilaciones imaginarias
anudando el cuerpo al lenguaje y con ello a los ideales que también provienen
del Otro, de allí el papel de la familia y la cultura a través de las
costumbres, ceremonias, renuncias y sacrificios que tienen por meta, a partir
de distintas identificaciones, regular los lazos sociales por medio de
distintas ficciones que operan como orientaciones para el trabajo, el amor y el
sentido de la existencia. Con el Ideal del Yo no opera la inmediatez, sino el
impulso hacia el futuro.
El sujeto construye su vida empujada hacia atrás por aquello que le dio
su primer impulso (el yo ideal) y hacia adelante por sus ideales y sueños (el
Ideal del Yo). En su intersección
aparece marcado por el síntoma como una solución posible a la dificultad de
hacerse de un cuerpo y proyectarlo; un cuerpo que habla y nos hace hablar.
Entre el yo Ideal y el Ideal del yo existe un juego de contrapesos que permite
que tengamos un cuerpo “terrenal” formando lazos con los otros distintos.
¡No future!
“No sabes
nada al respecto
horas
perdidas hasta el amanecer desde el anochecer
y no se
preocupan por ti
no hay futuro”
“No hay
futuro” (God save the Queen) Sex Pistols
Nuestra época se caracteriza por una doble caída, por un lado, los Grandes Relatos (monoteísmo, la emancipación de la clase trabajadora y el Estado – Nación), por otro las instituciones que cumplen distintas funciones sociales y que se encuentran continuamente bajo sospecha y crítica. Las nuevas generaciones ya no crecen al amparo de los Ideales, que en su faceta reguladora les proveían ciertos semblantes orientadores para el lazo social y la vida a construir, lo que implica un desbalanceo que obliga a la invención de soluciones artesanales con relación al goce y a la relación con los otros. Muchos sujetos de nuestro tiempo sólo disponen de la “identidad” de su modo de gozar como tratamiento del vacío.
El “carpe diem” del poeta que alentaba a vivir el día sin esperar el
futuro no implicaba la ausencia del futuro; debemos considerar que la ausencia
del Ideal no implica necesariamente un Ideal nuevo sino el vacío, donde el
“Carpe Diem” deja de cumplir cierta función de alivio (con relación al Ideal)
para convertirse en mandato de gozar ya!. ¡Sé un ángel (o un demonio)!. Tomando
otra frase conocida para establecer la diferencia con nuestra época, podemos
decir que “La imaginación al poder” del mayo francés no es lo mismo que “el
poder de la imaginación” de nuestro tiempo, en la primera frase encontramos a
la imaginación puesta en el lazo para la construcción de un futuro (ideales del
68), mientras que en la segunda no existe nada de ello, es puro imaginario y
por ende agresividad/beatitud, algo que vemos continuamente en las redes
sociales y los fenómenos especulares de ángeles/demonios que se afirman narcisísticamente.
Si la Ley (lo simbólico) no regula las relaciones, el yo ideal empuja
para que cada uno se convierta en un “ángel guerrero” como Miguel, Rafael,
Uriel y Raguel; buscando demonios con los cuales combatir para consistirse
angelicalmente… históricamente la figura del judío y el extranjero tenían algo
que ver con ello, hoy sus figuras se multiplican. El psicoanalista Fabián
Schejtman observa que en la lucha para someter al otro hay relación sexual,
basta escuchar los cantos de las tribunas de fútbol para ver que siempre hay un
goce en juego… ángeles mundanos aplastando cabezas de serpientes demoníacas
-encarnadas en cualquier otro- responsables de la infelicidad reinante en la
tierra-paraíso del individuo.
Algunos fenómenos actuales dan cuenta del efecto de la caída de los
Grandes Relatos en la llamada posmodernidad. Uno de ellos es el creciente
número de personas que, como formas de abordaje del malestar cultural, eligen
una vida marcada por el consumo de tóxicos ilegales o legales. El segundo la
creciente epidemia, no solo de bulimias y anorexias, sino de cuerpos que buscan
algún tipo de anclaje e inscripción atravesados por cortes, tatuajes, piercings
y distintas prótesis. Finalmente observamos el complejo fenómeno de la
multiplicidad de Identidades singulares, que señalan el punto de ruptura con el
Ideal mostrando su límite y su naturaleza de semblante, sin poder construir una
ficción común de lazo social hacia futuro, en tanto que la afirmación del goce
narcisista se realiza contra los otros buscando su castigo o exclusión… “soy un
ángel ergo quien no se refleja en mi imagen es un demonio”.
Dentro de los fenómenos que hacen a la cultura general se observa que
pocos se entusiasman por algún futuro posible en tanto ya no hay relatos ni
nostalgia por los relatos; se ha perdido la transmisión de ellos especialmente
en la llamada clase media que como decía Rodolfo Kush, no es una categoría
económica sino una modalidad de pensamiento.
Similar al cuento “las ruinas circulares” de Borges, somos soñados ya no
por otro sino por nuestros aparatos, aplicaciones y algoritmos en un presente
que se hace continuo, sin cortes, sin rumbo. Tomamos fotos, posteamos, hacemos
videos para tiktok, vivos en Instagram y en ninguna de esas actividades estamos
ahí… ángeles y demonios sin cuerpo ni espacio, habitantes de “la nube”,
“roleando” en un sueño que no termina, con el riesgo de convertirnos en otro
cuerpo angelical atrapado en la red.
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