Piezas sueltas en la escultura
Vacío, materia y forma… y su anudamiento. Allí se juega la partida del escultor.
Heidegger decía que“El vacío no es la nada. Tampoco carencia alguna. En la encarnación escultórica el vacío interviene al modo de la una fundación de lugares, una fundación que esquematiza y busca”. La escultura es encarnación de lugares.
Materia y forma se copertencen. Jorge Alemán nos dice[1] “La forma corresponde a ‘lo que puede ser’, al final de obra pensado, fantaseado por el artista; la materia por su lado pone el obstáculo al ‘dejar hacer’ imponiendo qué es lo que con ella es posible hacer. Forma y materia se copertenecen en una lucha permanente, pues cada una se hace presente lo que falta a la otra; ‘es más, cada una es la falta de la otra, y a la vez le hace falta para ser… en la obra cumplida, lograda”.
Henry Moore explica que "El primer agujero cavado en un bloque de piedra es una revelación. El agujero liga una parte con la otra, poniendo de manifiesto el carácter tridimensional del conjunto. Un agujero puede tener una significación formal tan importante como la masa sólida. Cuando comprendí el papel del espacio en la escultura, consideré el agujero como una forma que tenía su propia existencia a expensas del cuerpo sólido, devorándolo casi, a punto tal que, a veces, éste no es mas que la cáscara de un agujero".
Cotidianamente comprobamos el anudamiento de vacío, materia y forma. En él se configuran “cuerpos” que ocupan un lugar tridimensional. Poder recortar y señalar los cuerpos - o su ausencia- delimitando o circunscribiendo el espacio que habitamos se convierte en acto significante, simbólico. Lo mismo sucede con las distintas formas de tratamiento de la falta constituyente y del vacío, sea por medio del Arte o el síntoma.
El escultor utiliza distintas formas de exaltar, ocultar, señalar e ignorar al vacío; en ello encontramos que “no hay cuerpo que proceda solamente de la lucha entre forma y materia. Que hay un vacío esencial y que la forma no es otra cosa que el límite simbólico – imaginario entre los contendientes en pugna, la materia y el vacío”[2]
Si observamos detenidamente las Cajas del escultor Rafael Martín es posible pensar su preparación desde la definición de arte dada por Jacques Lacan como organización de un vacío que bordea La Cosa, Das Ding, donde el artista con su saber hacer y a partir de una organización significante se impulsará a ir más allá, hacia lo extra significante, buscando hacer emerger en la caja aquello “que se sustrae apareciendo y que aparece sustrayéndose”[3], producto del acto creador.
Allí encontramos al artista, en el acto creador y no en el de por sí difícil manejo de la técnica; quizás por eso en una entrevista realizada al diario de Río Negro en el año 2003 el propio Rafael Martín nos dice que “El arte no se enseña, ni aquí ni en ningún lado; ni hoy ni ayer, ni hace quinientos años. Lo que puede enseñarse son las técnicas, los procedimientos, lo que sostiene a las obras”[4]
Es en la repetición creadora de la técnica que se abrirá un espacio posible para la invención, dependiendo de la subjetividad y las posibilidades del artista la emergencia de aquello que le es éxtimo, exterior a él pero interior. Allí es donde podrá encontrarlas las “piezas sueltas” necesarias que constituyen al ser hablante, y que permitirán erigir vía sublimatoria algo del orden de lo bello.
Horacio Wild
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