La “reasignación de sexo” en niños y adolescentes a debate en Europa

 


En estos tiempos en Francia la “reasignación de sexo” que implica el uso de bloqueadores prepuberales y culmina con distintas cirugías se encuentra en el centro del debate en tanto se pone en duda que niños y adolescentes estén en condiciones de consentir dichos tratamientos. La Ley Argentina promulgada en 2012 con el número 26743 conocida como “Ley de Identidad de Género” es puesta como ejemplo por los sectores que militan a favor del solo consentimiento del niño y adolescente, en tanto en ella no se da intervención a equipos multidisciplinarios y en caso de que los padres no den consentimiento al menor, la decisión final queda en manos de la Justicia.

Tratamientos de reasignación de sexo

Para entender el debate que se plantea es importante tener en cuenta que los tratamientos de reasignación de sexo son un pasaje de ida, no son sin consecuencias y que a diferencia de décadas atrás -en los países nórdicos el tratamiento está disponible desde 1970- se ha producido una explosión de demanda que llama la atención especialmente porque en años anteriores prácticamente no existían “arrepentimientos”. Los cambios que generan los bloqueadores no son momentáneos y aunque sea una verdad de Perogrullo las cirugías consideradas el acto final de la reasignación, tampoco lo son. Según lo informado por el psicoanalista e investigador Jean Claude Maleval en la actualidad existe una enorme desproporción entre los adultos que se “arrepienten” de la transición respecto a los niños y adolescentes, por lo que es conveniente diferenciar los avatares de la sexualidad e identidad en adultos y niños/adolescentes. Se observa que en el primer caso solo el 5% inicia una “destransición” mientras que en niños y adolescentes el porcentaje se eleva hasta un 88 % que debe vivir con las secuelas de las decisiones tomadas y avaladas por el sistema jurídico – sanitario.

Cuando los colectivos de género presentan el tema a la sociedad en general, si se brindan testimonios son de personas que han realizado una transición exitosa mostrando el relato de su experiencia en continuidad desde la infancia hasta la adultez. No suelen ejemplificar con destransiciones en tanto que en la lucha por los derechos que han llevado a cabo durante décadas, no se consideran buenos testimonios porque muestran discontinuidad la que podría atentar contra la consistencia de los reclamos. Las diferencias estadísticas no son menores. Si un adulto realiza la transición y los tratamientos es escasa la posibilidad de “arrepentimiento”; en cambio de cada 10 niños y adolescentes que inician la transición sólo 1 la termina. Es evidente que el efecto del testimonio de quien termina es consistente brindando la idea de continuidad identitaria, pero si se lo mira de la perspectiva de los 9 que desistieron se evidencia lo contrario; que en la niñez y la adolescencia la identidad de sexo en quienes solicitan la reasignación es discontinua, lo que implica que quienes la iniciaron y abandonaron deberán lidiar toda su vida con las consecuencias de actos irreversibles que pueden ser devastadores para el sujeto.



Discordancias corporales

Kaira Bell es una joven británica que a los 16 años comienza un tratamiento para adecuarse al sexo que consideraba ser parte, a los 17 inicia terapia hormonal y a los 20 realizó una doble masteroctomía. No haríamos referencia a ella si no fuera porque Bell realiza un juicio a la clínica Tavistock por haber permitido que ella realizara los tratamientos sin examinar las causas subyacentes. En su declaración dijo; “tomé una decisión temeraria cuando era adolescente (como hacen muchos, muchas adolescentes) tratando de encontrar confianza y felicidad, pero ahora el resto de mi vida se verá afectada negativamente”. Si bien al inicio estaba entusiasmada y contenta con ella (efectos temporales de pacificación) a los 22 años decide iniciar un proceso destransicional.   En 2020 la High Court Británica falló a su favor considerando a la clínica responsable del tratamiento realizado aún con el consentimiento inicial de Kaira, lo que rápidamente impactó en el sistema jurídico y sanitario en tanto dicha Clínica suspendió los tratamientos con bloqueadores a menores de 16 años generando una reacción esperable en los colectivos Trans.

En el documental sueco “The Trans Train” distintas personas que realizaron procesos de destransición brindan su testimonio. Haré referencia a Johana y a lo que ella nos enseña, en tanto la puntuación que realiza de su historia permite reordenar cuestiones que pueden dar cuenta de la diferencia entre continuidad y discontinuidad en los procesos de identidad sexual en la niñez y adolescencia. Desde los 9 años Johana se sentía disconforme con su cuerpo, a los 16 desarrolla un cuadro de anorexia con presencia de autolesiones, al salir de dicho cuadro decide transicionar con la firme creencia de que la mastectomía y la testosterona lograrían que ella pudiese disfrutar de su cuerpo. El encuentro con un psicólogo que no se relacionaba con la clínica especializada le permitió preguntarse si en realidad la anorexia que había padecido realmente era por “ser trans”, lo que le permitió ubicar su relación problemática con el cuerpo. La repregunta impacta en la creencia de que las distintas dificultades con relación a su cuerpo y estados de ánimo eran producto de un género “no asumido”. Johana lo dice claramente, “lo estaba viendo al revés” marcando un diferencial entre el rechazo al cuerpo y la sexualidad que se manifestaba en su síntoma anoréxico,  con una supuesta sexualidad trans escondida… el encuentro con el psicólogo que le “presta la oreja” al “cuerpo hablante” sin tomar una posición militante, le permite escucharse y a partir de allí, trabajar sobre ello para dilucidar por qué llegó a pensar que la “reasignación” podría ser una “solución final” que la conduciría a la felicidad.

Desde la experiencia y la clínica del psicoanálisis podemos decir que un cuerpo no es el organismo, pero tampoco su vestimenta. La corporización del sujeto se produce en dos tiempos, el primero de ellos a partir del encuentro con el lenguaje que viene del Otro lo que permitirá decir que tenemos un cuerpo, pero sus determinantes no implican la libre disposición en tanto es un tener sin dominio. Es en un segundo tiempo donde nos encontraremos con la posibilidad de decir “mi cuerpo”. Aquí aparecen las identificaciones sexuadas como semblantes que permitirán usufructuar del goce corporal brindando al sujeto consistencia. Es la dimensión de lo que hoy se denomina género, permitiendo que en el adulto el goce sea solidario de un semblante.

Los avatares del cuerpo y la sexuación lejos están de ser sencillos como cuando se afirma que cada uno puede elegir su propio sexo como si se tratara de un ejercicio de la voluntad del sujeto (neo)liberal; ilusión ideológica promovida por el discurso Amo de la época y sus slogans que invaden las redes sociales. En este tiempo de ocaso de lo simbólico las discordancias corporales ponen en jaque el poder decir “mi cuerpo” siendo muy variados los tratamientos e invenciones que el sujeto realiza para que, a decir de Miquel Bassols, “corporizar la imagen”[1] y de esa manera adquirir consistencia imaginaria.

Ya no nos encontramos como hace dos décadas ante una “epidemia” de anorexias y bulimias, sino dentro de un espectro ampliado donde crecen los pedidos de cirugías estéticas en adolescentes y jóvenes (la distorsión de la imagen en las redes sociales), crecen las operaciones no quirúrgicas que van desde los tatuajes a distintas inserciones y las discordancias corporales remiten a sentir que el cuerpo que se tiene no es el del sexo que se quiere. Es evidente que en las últimas décadas la relación del sujeto con el cuerpo ha devenido más problemática y con la caída de lo simbólico que privilegiaba un tipo de anudamiento, la consistencia necesaria para sentirse “uno” se ha ido desplazando a otros modos sintomáticos. Quizás algunas respuestas a las crecientes relaciones problemáticas con el cuerpo se encuentren en su relación entre el discurso del Amo contemporáneo al que comúnmente llamamos “el sujeto neoliberal”

Varios son los psicoanalistas que hacen referencia a las dificultades actuales para orientarse y saber hacer con las identificaciones. Nieves Soria[1] afirma que “la mutación capitalista del discurso del Amo introduce una mutación de la subjetividad determinada por la declinación del Nombre del Padre, que conlleva la ausencia de función orientadora en el campo de las identificaciones, lo que tiene incidencia en las dimensiones del narcisismo, del lazo y de la posición sexuada”, por su parte Jean Claude Maleval[2] advierte que “por su carácter mayormente transitorio en el niño como en el adolescente, un tratamiento médico de la disforia de género no debería proceder antes que el sujeto esté a la altura de dar su consentimiento informado”.

Los niños y adolescentes son los primeros que reciben el impacto de estas mutaciones, quizás el “Interés Superior del Niño” tenga que ver con no convertirlos en portadores de causas y demandas que en nombre de la inexistencia de géneros fijos paradójicamente pretenden fijarlos desde la infancia. En psicoanálisis es claro: siempre se tratará del caso por caso, del uno por uno, no de un protocolo donde cada demanda es tomada a la letra sin posibilidad de que el sujeto pueda interrogarse sobre lo qué le sucede, máxime cuando el horizonte es la realización de un acto de mutilación física y quimica. Si de cada 100 casos 88 detransicionan, algo no se está escuchando. Corresponde a las sociedades preguntarse seriamente por este tema, no para quitarles las posibilidades a los 12 que hallan solución en los tratamientos, sino para que el costo no sean 88 niños y adolescentes que además de no lograr la pacificación buscada, cargarán toda su vida con las consecuencias de los mismos sin que sea muy claro definir sobre quien o quienes recae la responsabilidad.

Sametti “The Trans Trains”

[1] https://www.aacademica.org/000-111/517.pdf

[2] Lacan Quotiden Nro 918


[1] Bassols, M., Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI, Grama, Bs. As., 2015,




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