Lecturas del Seminario 12: El juego del análisis (Primera parte)
Introducción:
El presente trabajo tiene origen en un grupo de Trabajo cuya modalidad fue similar al cartel. Con la mayoría de los integrantes previamente habíamos publicamos en Letra Viva el libro "Lecturas compartidas del Seminario 9", en este caso nos dedicamos a leer con profundidad el Seminario 12 pero como la publicación se ha ido postergando por distintos motivos, decidí compartir por esta vía lo trabajado, ya que por su extensión no puede ser presentado como artículo de revista.
De la lectura del Seminario 12 el tema que elegí desarrollar es cómo piensa el análisis Lacan a la altura de dicho Seminario,. El trabajo fue realizado primeramente con una lectura general y luego con la puntuación capítulo por capitulo, lo que por la lógica de la argumentación hace necesario leer no solo la primera parte, sino la segunda que podría considerarse la "más jugosa" donde Lacan a partir de un esquema de dos triángulos articula la teoría analítica y de allí deduce el juego que se produce en el análisis
Espero les sea útil.
El juego del
análisis
El texto “Sobre la
iniciación del tratamiento” (Freud, 1913, pag. 125 AE XII) comienza con una
referencia al juego del ajedrez para
advertirnos que en psicoanálisis de igual manera que en el ajedrez, encontraremos
referencias sobre la apertura y el final, no sucediendo lo mismo con la
variedad de movimientos que se producen entre ese primer momento y el final. A
partir de esta comparación Freud establecerá reglas sobre cómo inicia la cura, que
es lo que demanda quien consulta, pudiendo constituirse como analizante.
Jacques Lacan
entiende el juego del análisis de forma similar, en tanto se tratará de un
inicio, un recorrido y un final que con el tiempo tratará de ceñir y
especificar a partir del dispositivo del “Pase”. No llama la atención que
también utilice el juego como metáfora del análisis, en especial los llamados
“juegos circulares” que pueden prolongarse indefinidamente, permitiéndole
ampliar la forma de abordar la cura y plantear el final como problema.
Jacques Lacan
comienza su clase del 19 de mayo de 1965 haciendo referencia a un clásico juego
que conocemos bajo el nombre de “piedra, papel o tijeras” (juego de la -morra).
En él dos jugadores se enfrentan con las manos ocultas y a la cuenta de tres,
muestran una de ellas donde el puño representa la piedra, la palma el papel, y
los dedos en “V” la tijera. El ganador se define por la relación previamente
establecida entre los términos: piedra rompe tijera, tijera corta papel, papel
envuelve la piedra. Como todo juego circular, se puede repetir tantas veces
como quieran los jugadores.
Cuando un sujeto
se dirige al analista generalmente lo hace para solicitarle “la cura” de su
malestar. Podríamos decir que, en los prolegómenos del juego suponemos la
participación de dos jugadores, pero una vez iniciado el análisis la posición
del analista será determinante para que podamos decir que estamos ante la
apariencia de la existencia de dos jugadores.
“Esos jugadores,
cuya relación intenté articular para ustedes como una relación de malentendido,
puesto que el lugar que ocupa uno de los jugadores, siendo el otro el sujeto,
es el sujeto supuesto saber, en cambio, si confían en mi articulación
esquemática, el sujeto (si acaso podemos hablar de ese polo en su constitución
pura), el sujeto sólo se aísla al retirarse de toda sospecha de saber. La
relación de uno de esos polos con el polo del sujeto es una relación de
falacia, pero es también por eso que se acerca al juego; el sujeto supuesto
saber realiza la conjunción de ese polo del sujeto con el polo del saber, del
cual el sujeto habrá de saber primero que en el nivel del saber no ha de
suponer sujeto, puesto que es lo inconsciente” (Lacan, 1965, clase 19)
Tomando como
referencia el juego circular Lacan planteará que los términos en danza serán el
sujeto, el saber y el sexo, y las relaciones que entre ellos se establecen. A
lo largo del Seminario especificará cada uno de ellos y establecerá sus
relaciones:
Respecto del
sujeto en la enseñanza de Lacan y la transmisión del psicoanálisis es una
palabra que en su utilización se presta a confusión, para evitar que esto suceda
brindará coordenadas precisas que no agotan el tema, pero permiten decir sobre el
sujeto que se trata en el juego del análisis. Quien se acerca al análisis lo
hace en tanto sujeto dividido, indeterminado en el saber,
manifestándose como resto y residuo de la falta de saber, suspendido en
ella. El sujeto no es representación,
ocupando el lugar de la Vorstellung faltante. El sujeto del que partimos es una
pieza que falta a un saber condicionado por la ignorancia. Con relación al
saber dirá que el inconciente se constituye como un saber donde el sujeto
persiste indeterminado, instituyéndose a partir del horror infranqueable del
sexo. Respecto del sexo, está por decirse siendo imposible decir todo de él, ya
que en su esencia radical se rehúsa al saber.
“esos
tres polos, del saber en tanto inconsciente, que tal vez sabe todo, salvo lo
que lo motiva, del sujeto que se instituye en su certidumbre de ser falta de
saber, y de ese tercer término, que es precisamente el sexo, en la medida en
que, en esta esfera es rechazado al comienzo, en la medida en que es de donde surge
aquello de lo que no se quiere saber nada”. (S 12, cap 19)
¿Cómo se relacionan estos términos en un análisis? En la clase 19 del Seminario 12 Lacan realiza un esquema de dos triángulos que permiten abordar el juego del análisis. Se hace necesario realizar un breve recorrido de cómo viene pensando el psicoanálisis en los Seminarios 9, 10 y 11 para sacar provecho del esquema novedoso que plantea, siendo posible que no se haya prestado atención al mismo en virtud de que el Seminario permanece “inédito”.
El juego circular del ocho interior
En el Seminario 9 Lacan
introduce el ocho interior.
“por
relación a lo que primero se ha presentado para ustedes …bajo esta forma del
ocho invertido está destinado, a advertirles de la problemática de todo uso
limitativo del significante, en tanto que por medio de él un campo limitado no
puede ser identificado a aquel puro y simple de un círculo. El campo marcado en
el interior no es tan simple como eso, aquí, como lo que marcaba cierto
significante en el exterior. Hay alguna parte necesariamente, por el hecho de
que el significante se redobla, es llamado a la función de significarse a sí
mismo, un campo producido que es de exclusión y por el cual el sujeto es
rechazado al campo exterior” (Jacques Lacan. Seminario 9 -inédito-. Clase 19
del 9 de mayo de 1962)
Esta
figura topológica le permite preguntarse cómo articular los elementos que
conforman el fantasma en esa doble curva que se repliega sobre sí misma, donde
la sucesión de sus mitades va a pegarse punto por punto a la mitad anterior
pudiéndose observar como un lóbulo cubre al otro continuándose como borde.
¿Cómo entender la conjunción de S barrado y a? Dirá que “el
fantasma, bajo su aspecto puramente formal, radicalmente, el sujeto se hace -a,
ausencia de a y nada más que eso, ante el a minúscula.” La
identificación o rasgo unario se ubica por el producto del - a por a donde -a2 = 1
Con
relación al deseo inconciente se tratará de la repetición de la demanda que
instala la búsqueda fijada en ese trazo unario que no puede repetirse sino para
ser otro constituyendo un movimiento circular que da origen a la figura
topológica del Toro donde a la manera de bobina, bucle a bucle, repite la
demanda para dar forma al objeto de deseo.
Respecto a φ como valor fálico constitutivo del objeto del deseo, lo ubicará como
superficie topológica cerrada equivalente a la significación. Lacan se
preguntará por la función de la transferencia en el análisis en tanto se
constituye como presencia-soporte de un deseo velado llevándolo a preguntarse
sobre el deseo del analista
En
la clase XVIII del S. 11 Lacan retoma el ocho interior y define en forma
sencilla que “en cuanto hay, en algún lugar, el sujeto que se supone saber hay
transferencia”. Si el sujeto se dirige al analista es porque le supone un saber
-aunque en realidad no sabe nada- formulando una demanda de “curación”. La
pregunta será ¿qué demanda un sujeto? teniendo en cuenta que durante muchos
años los psicoanalistas orientaron su clínica a partir de la frustración; la
propuesta que realiza es topologizar la transferencia.
En
el nuevo esquema se observa una línea punteada que hace referencia al
recubrimiento del pliegue. En el doblez se produce una intersección que será
ubicada como línea de la identificación lo que le permite establecer la siguiente
diferencia que no es menor en la clínica
“Lo
que aquí figuré como borde vuelve al plano constituido por el lugar del Otro, a
partir del sitio donde el sujeto, realizándose en su palabra, se instituye a
nivel del sujeto al que se supone saber. Toda concepción del análisis que se
articule - y hay que ver con qué inocencia - definiendo el final de análisis
como una identificación con el analista, delata así sus propios límites. Todo
análisis cuya doctrina es terminar en la identificación con el analista revela
que su verdadero motor está elidido. Hay un más allá de esta identificación, y
está definido por la relación y la distancia existente entre el objeto a
minúscula y la I mayúscula idealizante de la identificación.” (Lacan, Seminario
11, clase XX)
Demanda, Transferencia y punto de
inversión
En las primeras
clases del Seminario 12, Lacan definirá al campo analítico como el lugar donde
se producen efectos de desanudamiento “de las cosas cargadas de sentido que no
podrían llegar a desanudarse por otras vías. Ahí está el piso firme sobre el
cual se establece el campo analítico” (Lacan, S 12, clase 4). Se tratará
entonces de operar sobre el conjunto de signos entramados para desarmar el nudo
que han formado, con la particularidad de que ser liberado de ello, - gracias
al artificio del análisis- quedará por cuenta de quien llega con el
padecimiento. Demanda, transferencia e identificación serán conceptos que
sirven al analista siendo la transferencia fundamental, en tanto “placa
giratoria” que permitirá ir más allá. Al sujeto identificado con el bucle del
saber, Lacan lo invita a recorrer los caminos del bosque de Heidegger, donde el
sujeto desiste de la representación y de lo representado para solo hablar, sin
objeto, deslizándose libremente entre los significantes. Es allí donde puede producirse
“ese punto de
inversión de la conciencia como el único punto necesario en el que puede acabar
el bucle Y no hay mejor lugar que ese texto para ver el carácter de bucle que
constituye la noción de saber absoluto, que permite que al empujar con el
meñique, al adelantar un paso el sentido de ese sujeto supuesto- saber del que
a menudo les he hablado aquí y que ustedes entienden con justa razón como el
sujeto-supuesto-saber para el paciente, aquel que espera, aquel que mete en el
Otro, ese Otro cuya naturaleza no sabe aún para no saber que hay dos acepciones
del otro, que ubica ese sujeto-supuesto-saber, del cual les dije que es ya toda
la transferencia, al nivel del discurso de Hegel. (Lacan, S12, clase 4)
En ese hablar del
sujeto partimos de la trama y el sistema significante que lo ha constituido,
por eso se afirmamos que el sujeto es lo que un significante representa a otro significante,
pero ¿Dónde lo encontramos? Lacan dirá que se trata de
“aquello que
del significante se representa en el interior del sistema del significante
(esto es lo que entendemos por sujeto), el sujeto tiene una forma tal, tal que
esta, o dos, cuando más otras tres, ya que el sistema de lazo, de lazo consigo
mismo, de costura de la superficie consigo misma, es extremadamente limitado”
(Lacan, S12,
clase 4)
Lacan dirá que “lo
que se llama decir o palabra, será el trazado de algo que, según las
necesidades podemos concebir como línea o como corte, será el trazado de algo
que se inscribe sobre esta superficie”, de allí retomará la figura topológica
de la botella de Klein para explicar que (1) la demanda tiene un progreso
circular, repetido, paralelo a sí mismo (2) no puede ser reducida a la
satisfacción de la necesidad (3) se encuentra oculta para sí misma en tanto se
inscribe en el lugar del Otro (4) de la esquizia que provoca depende la función
$◊D (5) siempre conduce a un punto de identificación.
Si la demanda gira
sobre sí misma sin encontrar punto de detención ¿dónde ubicamos a la
transferencia y el sujeto supuesto saber?. Lacan valiéndose del ocho interior y
la botella de Klein la localiza en el punto de inversión, en el circulo donde
la superficie retrocede
Círculo de reversión: Demanda,
Identificación, Transferencia
“Si
el sujeto ha de concebirse como tope [butéei] por las envolturas y también por
las reversiones, por los puntos de reversión de esta superficie, él no conoce
ni la superficie misma, si puedo decirlo, ni esos puntos de reversión. Es
justamente el hecho de que, por estar implicado en esta superficie, no pueda
conocer nada sobre ese círculo de rebotaduras siendo él mismo, que se plantea
la pregunta desde dónde podemos captar la función de ese círculo privilegiado,
sobre el cual les dije que no había que concebirlo de manera intuitiva; no se
necesita que sea un círculo. Se lo puede alcanzar, así como el círculo, a
través de un corte, pero noten que si realizan este corte, la superficie ya no
conserva nada de su especificidad, todo se pierde, la superficie se presenta
igual, semejante en todo a un toro al que le hubiesen hecho el mismo corte.”
(Lacan, S 12, clase 6)
Es en el círculo de reversión o rebotadura donde podemos hallar la función de la identificación. Allí encontramos la demanda en forma espiralada volviendo sobre sí misma dando la vuelta alrededor del agujero central del toro, que reaparece en sentido contrario del otro lado de la botella de Klein mostrando la reversibilidad de la demanda, en tanto el fantasma de “ser comido” en algún momento se transforma en el ”comer” y viceversa, situación que se objetiva en la experiencia psicoanalítica.
Lacan afirma que
“La relación entre dos mitades del círculo que
son, ya les dije, heterogéneas, si una es identificación la otra es demanda e
inversamente. La relación entre ambas, en la medida en que es engañosa, está
precisamente sostenida por ese diámetro, que no existe en ninguna parte. Puse
la letra T porque allí volveremos a hallar la función de la transferencia, la función
de la transferencia en tanto esencialmente ligada al otro engañado o al otro
que engaña. La función de la transferencia en tanto función del engaño
es aquello sobre lo cual girará la dialéctica de mi lección de febrero, las
relaciones entre identificación, transferencia y demanda, en tanto se
solidarizan entre tres términos, tres términos que les he entregado,
pienso, familiares por mi discurso del año pasado, el término de indeterminación,
sujeto de lo inconsciente, el término de certeza, como
constituyente del sujeto en la experiencia, y de la mira del análisis, el
término de engaño como la vía en la que su llamado mismo lo llama a la
identificación” (Lacan, S 12, clase 6)
Se hará necesario
incluir al deseo como cuarto término que comanda a los anteriores, su
definición topológica permite no confundirlo con cualquier deseo sino el
soportado en el bucle de la pulsión que determina la categoría de lo imposible.
Del otro lado del espejo
En
la clase 8 del Seminario 12, Lacan retoma el modelo óptico para diferenciar la
Identificación que se llama del Ideal del Yo, de las Identificaciones.
Nos
recuerda que el Ideal del Yo se trata del punto de acomodación del sujeto en el
campo del Otro, una trama Simbólica e imaginaria que acompañará al sujeto en su
desarrollo en cuya relación se adecúa el plano donde se encuentra el florero
invertido, Yo Ideal, precipitando en una sucesión de forma que denominamos
“yo”.
“El
yo se forma de las historias sucesivas de los yoes ideales que incluyen toda la
experiencia de lo que podría llamarse el tomar las riendas de la imagen del
cuerpo. Ahí es donde yace siempre lo que acentué con el título de estadio del
espejo, en otras palabras, del carácter de núcleo de la imagen especular
respecto a la instancia del yo” (Lacan, S 12, clase 8)
¿Cómo
se pondrá en juego la identificación en la experiencia analítica? A través de
dos términos que gobiernan y determinan las identificaciones del Yo, el primero
de ellos es el Ideal del Yo que había definido previamente como rasgo Unario,
lugar del enganche con el campo del Otro; el segundo lo califica como regulador
invisible, no especularizable, el objeto a, señalando que ya no se trata
como en sus primeros seminarios de la imagen del cuerpo que se forma en el
estadio del espejo, sino de un más allá.
“alrededor del a,
tanto como y más que en torno al Ideal del yo, se juega el drama de las
identificaciones del sujeto y el asunto es saber si debemos considerar que el
fin del análisis puede contentarse con una sola de las dos dimensiones que
determinan esos dos polos, a saber, desembocar en la rectificación del Ideal
del yo, a saber, en otra identificación del mismo tipo y particularmente lo que
se llama, lo que se admite designar como la identificación con el analista, si
todas las aporías, las dificultades, las sin salidas de las que nos dan fe ”
(Lacan, S 12, clase 8).
¿Cómo salirse de
la trampa de la Identificación con el analista? La botella de Klein le permite
plantear el punto de reversión y su articulación con el objeto a. Si
como seres hablantes habitamos el lenguaje, la falta habitaría en el objeto a
que a su vez oculta el deseo del Otro; la transferencia se convierte en una
neurosis del analista que la evade, si éste no se encuentra advertido de la
función deseo del analista entonces. ¿Qué posición conviene? ¿el lugar del
mandato, de quien – como dice Lacan - da las órdenes en la barca? ¿orientarse
en ese cuarto término que sería quien verdaderamente comanda? Si en el primer caso
nos metemos de lleno en las redes de la sugestión y el intento de rectificación
del punto de acomodación, el ir más allá nos metería de lleno en la experiencia
psicoanalítica.
Con el objeto de
clarificar cuestiones relacionadas con la Demanda, en el capítulo 12 Lacan nos
recuerda que debemos tener en claro en un primer tiempo definía la dialéctica
de la falta a partir de los conceptos de Castración, Privación y Frustración
que fueron utilizados de forma intercambiable cuando son radicalmente
diferentes. Sin realizar una cita directa nos remite al Seminario 9 donde reformula
cada una de ellos para definir con precisión que un análisis progresa en
dirección a la Privación y no se enreda con la Frustración, retomando que, centrarse
en ella es un problema en tanto implica hacerlo en el terreno de algo que
siempre huye, instalándose la decepción en su forma más imaginaria; si bien es eliminable
de la experiencia analítica no puede constituirse en su norte en tanto “no es
posible que todo lo que se enuncia en el discurso del analista no se inscriba
en el doble registro de la demanda
Como
lo había señalado en el Seminario 9, la Privación tiene estrecha relación con
el concepto de Identificación. Dicho avance teórico no se produce por
generación espontánea. En el Seminario 8 con relación a la experiencia del
espejo ya nos señalaba un más allá:
“lo
que queda por fuera de la imagen es el punto I del Rasgo Unario, ese signo de
asentimiento del Otro, de la elección de amor sobre la que el sujeto puede
operar, está allí en cierto lugar, y se regula en la continuación del juego del
espejo. Basta que el sujeto vuelva a coincidir allí en su relación al Otro para
que este pequeño signo, este Einziger Zug esté a su disposición”
En
la clase 13 del Seminario 9 al abordar el cuadrante de Pierce ubicará que es
necesario un primer paso que constituye al (-1) que es la base del Toro y el
punto donde retorna la repetición:
“el (-1) que es el
sujeto en este nivel en sí mismo no está de ningún modo subjetivado, no es de
ningún modo todavía cuestión ni de saber, ni de no saber. Para que algo suceda
en el orden de este advenimiento, es preciso que se haya cerrado como un bucle
todo un ciclo del que la privación no es por lo tanto más que el primer paso”.
Dicho paso implica
circunscribir la parte vacía, desde ese bucle inicial, esa vuelta “no contada”,
esa “vuelta única que distingue cada repetición en su diferencia absoluta” se de
lugar a la introducción del Otro y con ello la Frustración y la Castración.
En la clase 12 del
Seminario 12, al hacer referencia a la literatura analítica de la época con
relación a la demanda señala que:
“en esta
experiencia de la demanda, en este análisis centrado en el estadio en que el
sujeto encarna su palabra, ya no se trata del sujeto cuyo estatuto hemos
marcado en el nivel más radical del lenguaje, del rasgo unario y del estatuto
de la privación, en el cual se instala el sujeto”
Dividiendo las
aguas entre un psicoanálisis que se orienta hacia el nivel más radical del
lenguaje, con un psicoanálisis que se contenta brindando respuestas al sujeto
que encarna la palabra demandando a quien ocupa el lugar del Otro.
Que esta última
experiencia tenga efectos de alivio e incluso considere los objetos parciales
de la pulsión que Lacan articula en el Objeto a ubica el problema en cómo
responde el psicoanalista ese objeto a emerge en la hiancia que se
produce en la juntura entre el Sujeto y el Otro. ¿Se dirige hacia la referencia
común del Otro como tercero y de allí hacia un interlocutor anterior? ¿se
dirige al silencio que ahueca al Otro simbólico permitiendo que de la demanda
se desprenda algo diferente que es caída, residuo, que aparece como causa
articulada en el fantasma?
Comentarios
Publicar un comentario