La recuperación de lo político



El otro día asistí a una conferencia del psicoanalista Marcelo Marotta y me quedó resonando una frase, que si bien puede ser leída a la manera de un “para todos”, da lugar para pensar la singularidad en la que se constituye cada uno. Marcelo decía algo así: “a veces toda la humanidad puede hacerse presente en una palabra o en la falta de ella” – Me resultó imposible no recordar cuestiones que hacen a la clínica, pero también asaltaron mi pensamiento imágenes sublimes de la Televisión o el cine donde a veces se logra imaginarizar algo de lo expresado en la frase, como el molinillo de la película “El Origen” (Incepción) o el hombre deteniendo un tanque en Tiananmen-

Ya en casa las imágenes sobre los acontecimientos de España en la TV provocaron una nueva resonancia, pero con relación a la crisis vivida en el año 2001 en Argentina. Por un lado las movilizaciones –generalmente de las clases medias, ya que en las crisis económicas están en riesgo o pierden su status social- y por otro la devastación subjetiva progresiva que venía sucediendo, y al estallar la crisis se incorporaban de forma repentina una enorme franja de la población que caía de lo simbólico en lo que se sostenía hasta ese momento, desbordando así servicios sociales y Hospitales que habían quedado sin capacidad de respuesta.

El consumidor consumido

Las dos resonancias se convirtieron en pregunta: ¿Qué es “la humanidad” para quienes quedan reducidos a vivientes sujetados a la pura necesidad biológica, imperativa, en una época donde lo político no se traduce en la posibilidad de desear sino en el control de los cuerpos? ¿Quiénes - sin saber lo que hacen, o lo que es peor sabiéndolo - ocupan el lugar de ese Gran Otro que dictamina: no hay turnos, no hay trabajo, no hay subsidio, no hay medicamentos, no hay… no hay para Ud., no hay para su familia y no hay para sus hijos. La Humanidad deja de ser una abstracción que se discute en el café, y los pequeños otros muchas veces ocupan el lugar de ese Gran Otro que permite que alguien sea alojado -o no-

Hace unos años decían que con la caída del muro de Berlín se habría producido el “fin de las ideologías” –o el supuesto triunfo del capitalismo.- El “modelo neoliberal” alentaría el modelo del consumidor que se consume, instalando al goce autista como demiurgo de época. El “consumariado” fue “consumiendo” a la gente uno x uno y poco a poco, esto es obvio por la condición intrínseca al modelo de producción que genera explotación en algunas partes del mundo -para poder “vender barato”-, y falta de trabajo en los países que “compran barato”. Las patologías del consumo se instalaron en la época y en los países consumidores ocupando un lugar importantísimo cuadros como la: anorexia, bulimia, obesidad, compras compulsivas, toxicomanías; tema recurrente especialmente en los momentos más fecundos del consumo (cabe recordar en la década del 90 en Argentina, el enorme auge de la anorexia y la bulimia, hoy una clasificación mas entre otras) con la sugerente solución de las “terapias rápidas” acompañadas por el consumo de psicofármacos regulados clínicamente, o lo que es peor la automedicación y autoadministración de psicofármacos que de esa manera pasan a ocupar el mismo lugar que los tóxicos.

Si bien se intenta demonizar determinados países y cultura, se ha caído el velo y la frase de Clausenwitz “la guerra es la continuación de la política por otros medios” se ha transformado sin ningún reparo en “la guerra es la continuación del capitalismo por otros medios”. En las últimas décadas se ha mostrado obscenamente que los ejércitos no obedecen a países sino a intereses multinacionales, y la perversidad ha mostrado como los organismos internacionales son impotentes ante los poderosos. En “Consideraciones sobre la guerra y la muerte” Sigmund Freud señalaba algunas cuestiones que se encuentran presentes –de otra manera- en las ultimas crisis: Unilateralidad de la información, imposibilidad de pensar el futuro, destrucción de los bienes comunes, pérdida de imparcialidad de la ciencia, desorientación y confusión, desvalorización de la vida individual; señalando especialmente la caída de los semblantes que sostienen la creencia y son factor de la existencia de lo social.

Del goce autista al síntoma politico

Eric Laurent en un reportaje afirmaba que quien vive en el hedonismo que propone el capitalismo no produce lazo social por lo que hace falta alguna otra cosa para que una sociedad se constituya; si a esto le agregamos la sentencia marxista de que el lumpenproletariado no tiene interés de participar en la revolución – en su calidad de resto social y exceso no regulado- vemos las dos caras de lo que ha generado el neoliberalismo en países como el nuestro, somos testigos de que la carcajada del capitalista revela la perversidad de un goce que se convierte en tragedia para los pueblos.

Lo que se ha llamado “crisis de representatividad” podría decirse que se debe a un vaciamiento de lo político y de la política como arte de lo posible. Lo imposible irrumpe como real y no es sin consecuencias. El Estado abandona el rol regulador que le fue adjudicado por las democracias occidentales, para representar otro tipo de intereses. Los primeros que han mostrado la obscenidad del poder han sido los políticos de estas ultimas décadas, y los movimientos sociales actuales hacen síntoma de lo que no funciona en lo social… y el síntoma hace lazo social, no como el goce autista del consumo en el que las sociedades se sumergen y se anestesian-

Del desengaño a la recuperación de lo político como no-todo

Pensando en la España de hoy (en la que difícilmente el PP pueda introducir una novedad) una tercera resonancia es el cuento del español Miguel de Unamuno “San Manuel, bueno”, donde relata la historia de un cura que había logrado que el pueblo se convierta en un buen lugar para vivir y que sus habitantes querían declararlo santo. El cuento narra la obra maravillosa de quien sabía que la creencia era condición de posibilidad de construir algo en lo social, aunque el mismo, siendo cura, no creía

En “La naturaleza de los semblantes” Jacques Alain Miller retoma la frase de Lacan “los desengañados se engañan y los no incautos yerran” afirmando que no utilizar los semblantes es estar engañado de otra manera… por eso quizás, no es posible para un país la recuperación del lazo social sin la recuperación el espacio político, claro está, advertidos de que el mismo es no-todo, lo que implica la posibilidad de generación de políticas, y de políticos que ocupen otra posición ante lo acontecimientos.

Horacio Wild

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