La mirada y el arte


Para Jacques Lacan “en el campo escópico la mirada está fuera, soy mirado, soy cuadro”; que alguien pueda mirar implica que se ha instituido el sujeto.

¿Cómo podemos entender esto? Jorge Alemán nos recuerda de forma resumida que El primer cuerpo es, para el hombre, el cuerpo del Otro. Es la imagen del cuerpo del Otro la que hace posible que un proto sujeto, al tomarla como prótesis originaria, constituya un embrión de identidad, es decir, un yo. Pero ese Otro no es simplemente quien resta su cuerpo como imagen constitutiva, sino que habla, y por ello desea. Palabra e imagen llegan al sujeto desde fuera. Apropiarse de ellas significará tener que pagar un precio: el precio por desear y articularse en el discurso, campo por excelencia de lo humano. De allí que se pueda decir que al constituir lo más propio, su deseo, en ese acto de apropiación, el sujeto padece una expropiación esencial: partes del cuerpo quedan perdidas, constituyendo los objetos en torno a los cuales se movilizan sus pulsiones, así como redes significantes pasan a constituir su Inconciente del cual es sujeto queda separado, condenado a desear en otro lugar, a no saber lo que desea” (…) “Uno de los saldos de la operación de fundación del sujeto como deseante es la constitución del fantasma, estructura fundamental cuya dimensión imaginaria es especialmente notoria. En el fantasma (o fantasía), un sujeto que no es el yo del hablante queda persiguiendo objetos insospechados para su conciencia. Es el fantasma la estructura que hace posible la constitución de la realidad. Por su organización fundamentalmente escópica, dispone a los objetos en relaciones inmersas en un espacio tridimensional: el sujeto, asomado a la ventana de su pupila, configura todo aquello como mundo, como escena del mundo. A la relación entre objetos, entre “cuerpos” dispuestos en un espacio, los cortes de la palabra le imprimirán el tiempo”.

Lacan se pregunta si lo que surge en la obra pictórica es del orden de la vorstellungreprasentanz y concluirá que no, que eso sucede en muy pocos casos en obras artísticas que podemos considerar raras. La creación está estructurada de un modo diferente, lo que está en juego depende de lo que Freud designa como “sublimación, y del valor que adquiere en un campo social… Freud formula que si una creación del deseo, pura a nivel del pintor, adquiere valor comercial es porque su efecto es provechoso en algo para la sociedad, provechoso para esa dimensión de la sociedad en que hace mella… que procure a la gente tanta satisfacción tiene necesariamente que estar frente a otra incidencia – que procure algún sosiego a su deseo de contemplar. ¿No ven que aquí se asoma algo de esta función de doma-mirada como la llamé?

El doma- mirada también se presenta bajo el aspecto de trompe-l’oeil o “engaño para el ojo” en su función de señuelo. “En el cuadro el artista quiere ser sujeto, y el arte de la pintura se distingue de todos los demás por el hecho de que, en la obra, el propósito del artista es imponerse a nosotros como sujeto, como mirada. (…) La función del cuadro para aquel a quien el pintor, literalmente, da a ver su cuadro tiene relación con la mirada… el cuadro es una trampa de cazar miradas… invita a quien está ante el cuadro a deponer su mirada como se deponen las armas. Se le da algo al ojo, no a la mirada, algo que entraña un abandono, un deponer la mirada.”

Lacan considera que “El cuadro no rivaliza con la apariencia, rivaliza con lo que Platón, más allá de la apariencia designa como la Idea… esa otra cosa es el a, a cuyo alrededor se libra un combate cuya alma es el “engaño para el ojo”


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