El concepto de circunscripción en Nicéforo de Constantinopla y su relación con la Mirada en psicoanálisis
La pretensión de este trabajo es indagar en la argumentación en defensa de los Iconos por parte de Nicéforo de Constantinopla (758 – 829) para trazar un puente entre el concepto de circumscriptio y su relación con la problemática de la mirada en psicoanálisis. Una cita de Jacques Lacan servirá como punto de partida:
“Es evidente que los íconos – el Cristo triunfante de la
bóveda de Dafnis o los admirables mosaicos bizantinos – tienen el efecto
de mantenernos bajo su mirada. Podríamos detenernos ahí, pero entonces
no percibiríamos realmente por qué se le pide al pintor que realice ese
ícono, ni de qué sirve el que se nos presente el ícono. Hay allí mirada,
por supuesto, pero viene de más lejos. El valor del ícono estriba en
que el Dios que representa también lo mira. Se supone que complace a
Dios. A este nivel opera en el plano sacrificial – pues cuenta con que
existen cosas, imágenes en este caso, que pueden suscitar el deseo de
Dios[1]”
Nicéforo de Constantinopla y la Circumscriptio
En su “Historia Natural” Plinio el viejo cuenta
que la pintura surge en un pueblo de Corinto donde una joven enamorada
quería conservar la imagen de su enamorado ya que éste marchaba hacia la
guerra. Para hacerlo tomó una vela y circunscribió la sombra proyectada en la pared (Perigrafía). Luego, su padre - un alfarero - sobre la sombra que señalaba la ausencia, realizó un relieve con la imagen del enamorado (grafía).
En la controversia por las imágenes que se produce entre iconoclastas e iconódulos durante el 700 DC, Nicéforo de Constantinopla tomará como base de su argumentación en defensa de la Iconografía la máxima diferenciación posible entre la circunscripción y pintura. Como primer punto va a precisar que “la pintura representa la especie corpórea del pintado y expresa su figura, su forma y su semejanza[2]”.
¿Qué encontramos en esta breve definición? Si la pintura es re -
presentación de la especie corpórea del pintado, el sujeto no se
encuentra en ella. La pintura dice del sujeto pero no es el sujeto. Su figura, forma y semejanza, nos ubica en una relación de mímesis respecto de un modelo o arquetipo.
En el seminario 11[3]
Jaques Lacan planteará que los fenómenos de mimetismo animal son
análogos al arte y la pintura en el hombre, citará a Cuénot para
referirse a cuando un animal se ajusta y “se hace mancha, se hace
cuadro, se inscribe en el cuadro” implicando que la figura se confunde
con el fondo, como si se hiciera parte del lienzo del pintor. Lacan
identifica en esto el mecanismo inicial del mimetismo. Señalando las
investigaciones de Callois destaca las tres dimensiones en las que se
pone en juego la mímesis animal: el disfraz, el camuflaje, la
intimidación. El disfraz se relaciona con la simulación, la mascarada,
el señuelo; el camuflaje en volverse veta de un fondo (como en la
guerra); la intimidación donde el sujeto siempre intenta alcanzar la
sobrevaloración en su apariencia. En la historia del arte la mímesis ha sido tratada desde distintas perspectivas; Stefan Beyst[4] considera que en la pintura se percibe la presencia en la realidad efectiva de un objeto, alucinación, sueño o un recuerdo - todo lo imaginarizable es pasible de mímesis - pero cuando nos acercamos a ella nos damos cuenta que no hay nada, sólo se trata de un lienzo, un mármol, un papel impreso.
El paradigma de la mímesis es el espejo y por ello podemos ubicar tempranamente en el Estadío del Espejo las primeras formulaciones lacanianas sobre la problemática existente entre circunscripción e imagen especular, y el tipo de relación que mantiene la una con la otra. La identificación imaginaria se efectúa por medio de una marca simbólica que la soporta; lo real
no tiene imagen permitiendo que se considere la constitución del yo
(moi) –el del espejo- un primer tratamiento de la pulsión. En el texto[5] de Nicéforo de Constantinopla titulado “Antirhecticus Secundus” el patriarca ubicará la pintura del lado de la mímesis, siendo condición de posibilidad de la imagen la realización de una operación (que podríamos ubicar del lado de la “marca simbólica”) captada por el intelecto y la razón, que denominará Circumscriptio. Dirá que: “la
circunscripción (…) limita de tres maneras lo que contiene (…): no es
ni símil ni disímil; ni es especie ni es forma, ni se dice que es
circunscripción del arquetipo, ni se refiere al arquetipo; y por su
naturaleza con esas cosas que inseparablemente contiene al mismo
tiempo, existe y siempre está presente en ellas. La circunscripción por su naturaleza no es, pero contiene a:
- La mimesis en tanto semejanza y desemejanza con un modelo
- La substancia primera (el individuo concreto) y la substancia segunda (la esencia)
- No se dice que es parte del arquetipo (modelo original, la Idea en Platón) ni que se refiere a él.
Entonces ¿Qué estatuto adquiere? En primera instancia podríamos
pensar que si la grafía se relaciona con la imagen que se pinta, la
perigrafía parecería confundirse con el borde, las primeras marcas que
el iconógrafo realiza con el punzón en el blanco de la tabla donde
escribirá el Icono. Podríamos decir que la propiedad de la
circunscripción se relacionaría con señalar un lugar en el espacio y
como en el caso del marco de un cuadro que no es la pintura, no tiene
que ver con las sustancias y tampoco se relaciona con el arquetipo, sin
embargo, contiene y está presente en los tres, de igual manera sucede con el niño y la circunscripción de su imagen en el espejo-
“En efecto el hombre siempre está en el lugar, en el tiempo,
en la comprensión y necesariamente sigue la naturaleza circunscripta,
no deteriorada por ningún vacío; como cualquiera puede discernir en la
circunscripción de eso se trata, la cual añade los términos de cada uno
del cuerpo (es decir continente y contenido) para la superficie de
ambos. Verdaderamente donde está el cuerpo y su tamaño, es necesario que
al mismo tiempo sea pensado el lugar. Pero la pintura se distancia
mucho en esto. En efecto la pintura, aunque en distintos lugares, es
extendida en forma definida. La circunscripción en cambio, definiendo
simplemente y abstractamente, gira alrededor en todas estas cosas que,
por su naturaleza, cualquiera de ellas puede ser circunscripta. En
efecto la circunscripción no circunscribe de una manera en este, y de
otra manera en el otro, Además la imagen consiste en los sentidos y en
toda la apariencia: la circunscripción, en cambio, en gran medida, en el
conocimiento. Tal vez percibimos solamente el lugar que circunscribe.
Y, por decirlo brevemente, ni la pintura circunscribe al hombre aunque
sea circunscrito, ni la circunscripción lo pinta aunque pueda ser
pintado, y la una y la otra tendrán su motivo. Además la pintura está
contenida por la circunscripción, la circunscripción en cambio no está
contenida por la pintura pero la contiene: por eso no hay reciprocidad[6]”
El hecho de que la pintura esté contenida por la
circunscripción pero que esto no sea recíproco nos permite pensar que
por un lado la circumscriptio es una operación que permite constituir un primer imaginario
– el del espejo –, pero para que la pintura sea posible sería condición
necesaria que el objeto se ausente para que su imagen pueda volver en
forma de pintura. Se circunscribirá un objeto real, lo que posibilita su
perdida y que en el vacío o la sombra señalada por la circunscripción
se aloje una imagen del objeto perdido. Si la circunscripción falla se
produce una realificación de este primer imaginario ya que se imposibilita la Privación real de un objeto simbólico,
loque implica la imposibilidad de agujerear lo real (donde nada falta)
mediante el Orden simbólico, para poder introducir un objeto simbólico,
cuestión que abordaré mas adelante.
Para Nicéforo en el Icono la imagen de los sentidos permitiría
pensar desde lo sensible la existencia de un lugar, y la circunscripción
partiendo de lo sensible se consistiría en conocimiento. A diferencia
de la mayoría de los teólogos de su época tiene muy en cuenta las
categorías aristotélicas, por lo que podríamos pensar que si en la
pintura nos encontramos en el nivel del conocimiento sensible, la
circunscripción se orientará al nivel del conocimiento inteligible
culminando en el saber sobre las sustancias, sus causas y principios, la
esencia, lo universal de la forma (o la Idea). En el texto se realiza
una afirmación que no es sin consecuencias filosóficas y teológicas.
“Tal vez solamente percibimos el lugar en el que se circunscribe”. De
allí que la circunscripción es condición de la pintura ya que la
contiene, pero esto no es recíproco, ya que la misma no es
imaginarizable. La circunscripción es marca ordenadora y fundante de las
categorías de tiempo y espacio.
“Utilizaré un ejemplo. El año, que es llamado ciclo, cumple
su giro con ciertas medidas, es decir en cuatro intervalos de tiempo y
en consecuencia se dice que se circunscribe, sin embargo no se pinta ni
se representa. En consecuencia ¿Cómo se representará lo que carece de
especie y forma y por lo tanto no cae bajo la vista ni subsiste? En
efecto siendo el tiempo continuo, siempre conecta el fin con el
principio. Por lo tanto y en virtud de que el sol, cumplido su giro, se
ha trasladado de un punto mismo a otro igual, en cierta manera se dice
que está circunscrito. El principio y el fin resuelven las recíprocas
sucesiones en un momento y en un punto y casi insensiblemente. En
efecto, para que el tiempo que fluye no contuviera la vida humana en un
ciego recorrido y que nuestras costumbres y nuestros actos no fueran
dominados por la confusión, la perturbación y las anomalías, les
interpuso alguna marca temporal[7]”.
Por medio del ejemplo del calendario se explica como aquello que no es especie y forma actuando a nivel de marca temporal, ordena un circuito espacial que contiene al caos, la confusión, la perturbación, la anomalía y las recíprocas sucesiones entre principio y fin.
“En otras épocas estaba marcado elegantemente por las
olimpiadas, por los consulados y por otras medidas a fin de que se
conservaran un recuerdo, perspicaz y cuidadoso, de los acontecimientos y
se dispusiera correctamente del período de la vida. Así también la ley
mosaica que perduró hasta la saludable predicación apostólica, tuvo su
consistencia en el tiempo y fue circunscrita. La idolatría ciertamente,
con la aparición de nuestro Dios salvador, de igual manera, terminó
circunscrita, sin progresar más allá, ni ejerciendo por más tiempo su
peso. Pero ni siquiera la ley, aunque circunscrita, tuvo una imagen
porque de por sí no es nada más que un nombre, a pesar de que sus
mandatos están escritos sílaba por sílaba y permanecen en perpetuo en
los libros sagrados. Lo mismo, la idolatría no se pinta[8]”
El Icono: terceridad agradable a Dios
Es interesante profundizar sobre la diferencia existente entre
el catolicismo occidental (rito romano) - donde la Omnividencia de Dios
es ilimitada- con la perspectiva de los católicos orientales (rito
bizantino) y los ortodoxos, por el lugar que ocupan las imágenes en uno y
otro caso. La invasión de imágenes sagradas en los lugares bizantinos y
ortodoxos se constituye como artificio ante la mirada del “Dios que todo lo ve”, para que pase a ser un “Dios que ve especialmente desde el Icono”, por eso para los fieles el Icono funciona como una “ventana al cielo” y cuando algo prohibido va a pasar delante de ellos, lo cubren “para que Dios no vea”. No es casual lo que Lacan dice en su Seminario de los cuatro conceptos:
“El valor del ícono estriba en que el Dios que representa también lo
mira. Se supone que complace a Dios. A este nivel opera en el plano
sacrificial – pues cuenta con que existen cosas, imágenes en este caso,
que pueden suscitar el deseo de Dios”[9]
La Circunscripción le permite a Nicéforo defender la
Iconografía partiendo de que todo lo creado (en tanto tiene imagen) es
circunscribible. Sólo Dios no es pasible de circunscripción, en cambio
sí lo es Jesucristo dado que su naturaleza humana (circunscripta) le
permitiría ser pintado. El problema se presenta en que su naturaleza
humana se encontraría anudada a la divina por lo que la cuestión se
complejiza ya que esta última por definición no es pasible de
circunscripción ¿cómo soluciona este inconveniente sin caer en la
solución planteada por la Iconoclasia? (no dibujar al Cristo sino peces,
cruces, con relación indirecta al Modelo) ¿Puede una imagen realizada
en función de un Modelo (mímesis) participar de dicho Modelo (metexis)?
En más de una ocasión habrán visto en las grandes ceremonias religiosas
el peregrinar de mucha gente para ver y en lo posible tocar la imagen
de una virgen, un santo, o alguien que participa de determinada
“religiosidad popular”. Tambien se habrán dado cuenta que hay imágenes
de Jesucristo y la Virgen con distinto color de piel y de distinta
formas, incluso imágenes de pueblos originarios que son retomadas y
“convertidas” al cristianismo ¿Cómo es esto posible? La metexis implica
que el “objeto sagrado” circunscripto del representado participa de
alguna manera de él, por eso cuando alguien se acerca al Icono, lo toca o
lo mira es como si en ese acto tocara y viera un más allá de la imagen,
lugar adonde se encontraría el modelo. Para poder dar cuenta de lo que
se produce con relación a los Iconos y su relación con el arquetipo,
Nicéforo introducirá el concepto de “Imagen artificial”, terceridad entre Dios y el hombre.
“La imagen artificial es similar al arquetipo y expresa
mediante la semejanza la forma entera visible de aquel que reproduce,
pero permanece esencialmente distinta, en virtud de la materia diversa, O
bien: la imagen (artificial) es una imitación del arquetipo y su efigie
es distinta del arquetipo en virtud de su esencia distinta (…) Pues, si
no se diferencia en nada del arquetipo, no es imagen, sino el arquetipo
mismo” (…) Mediante la representación se alcanza el conocimiento del
aspecto originario ( del representado), y en esta reproducción puede
contemplarse la persona del que está pintado (…) (Sobre el Icono) se
pone en juego no solamente el aspecto visible de la humanidad de Cristo
(…) sino también el Logos mismo, si bien no se lo circunscribe (con la
humanidad de Cristo) y representa como es en su propia naturaleza,
puesto que él es invisible y del todo simple: pero porque él, según la
persona, es uno e inseparable, también él (el Logos) se trae a la
memoria (a través del Icono) .[10]
Establece al Icono como imagen artificial que se diferencia en esencia del arquetipo (Idea), pero acude al pensamiento de Aristóteles para pensarlo como categoría de relación
lo que implicaría la referencia de una imagen (la artificial) a otra
(el arquetipo) permitiendo que se produzca a través de ella el saber contemplativo
(episteme theoretiké) que conduce a la sabiduría. Si bien Nicéforo
conocía el concepto teológico de hipóstasis su preocupación radicó en
demostrar que quien no es pasible de circunscripción (Dios) primeramente
en la creación circunscribe lo creado, y luego lo hace consigo mismo
por medio de Cristo, por lo tanto si es circunscribible es pintable,
Zenia Yébenes Escardó nos dirá que “No es casual que el icono
invierta lo esencial de nuestras disposiciones pictóricas. El icono es
un espejo que –lejos de proporcionar una reduplicación directa de
nuestro propio rostro- aporta en lo visible la imagen en espejo de lo
invisible. Así, el creyente es invitado no a mirarlo indefinidamente
sino a prosternarse. Prosternándose, el creyente deja que la mirada
que lanzó siga su camino: que se remonte desde el icono hasta su modelo
y desde él al Creador”
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