Arte - memoria: La ruptura del terror
La angustia, el miedo y el terror son afectos distintos. Mientras en el primero no ubicamos bien su causa, con el segundo realizamos las estrategias necesarias para escapar de lo que tememos… el terror es otra cosa, inmoviliza cuerpo y palabra dejando al sujeto en un insoportable estado de indefensión quitándole la posibilidad de respuesta, por ello afirmamos que el proyecto del Terrorismo de Estado en Argentina se valió de un plan sistemático de tortura, desaparición forzada de personas y apropiamiento de bebes cuyo objetivo apuntaba mas allá de las víctimas; siendo ellas el medio por el que se afectó a la sociedad en su conjunto provocando la inmovilidad de cuerpos y relatos.
No existe Proyecto perverso sin fisuras por ello importa prestar atención a los puntos de ruptura, espacios donde se produce el vacío que horada al terror y junto con ello la inmovilidad y el silencio. En esos lugares ubicamos la emergencia de la palabra, del arte y de lo político novedosamente anudados pudiendo señalarse distintos momentos: en el primero de ellos encontramos la necesariedad para familiares y amigos de las víctimas de localizar la pérdida en el espacio público poniendo tope a la errancia de sus seres queridos, las pancartas con las fotos en blanco y negro exigiendo su aparición con vida inauguran una estética singular en la construcción del reclamo político. Un segundo momento introduce la pintada de siluetas en las paredes de las ciudades, sombras a la manera de espejo que circunscriben en lo visible un cuerpo invisible que está más allá interpelando a quienes se encontraban con ellas, provocando un afecto angustiante ya que cualquier persona podría ocupar el lugar circunscripto, incluso uno mismo… es el momento de vuelta de la democracia y generalización social del reclamo: aparición con vida – juicio y castigo. Un tercer momento lo constituye la realización efectiva de los juicios, de la cual la producción de arte - memoria colectivo es contemporánea.
Los juicios por crímenes de lesa humanidad no se reducen al sentido jurídico de crimen – castigo. Juzgar también implica encontrarse definitivamente con la ausencia de los seres queridos, construyendo la narración de los últimos días de quienes ya no están, haciendo existir nuevamente la palabra que impugna el tiempo del terror, inmovilidad y muerte. Arte – memoria colectivo arte introduce un modo distinto de encontrarse con la ausencia, tan necesario como la construcción narrativa que encontramos en los juicios; se trata de construir un relato que posibilite desanudar las imágenes del terror, rescatando la vida donde el silencio de muerte había operado.
La tarea se inicia con la selección de la foto y la preparación del lienzo donde se localiza la ausencia. La conformación de las cuadrículas permitirá recortar la imagen - reducida a pequeños cuadros cercanos a una abstracción - para luego realizar el pasaje pieza por pieza al lienzo vacío. Parafraseando a Freud la sombra del objeto no cae sobre el “yo” a la manera de la melancolía, pudiendo ubicarse un proceso de tres tiempos: 1) Enmarcado y circunscripción de la imagen, descomposición de la misma utilizando el método de Chuck Close 2) Recorte de las cuadrículas desimaginarizando la imagen, vaciando el marco que la contenía 3) Reconstrucción en el lienzo mediante el procedimiento definido por el colectivo arte memoria donde se compone la imagen partiendo del relato de familiares y amigos. Este artificio posibilita la realización de un pro-ducto (aquello que se da a ver) que opera como categoría de relación, terceridad entre los artífices de la obra y el sujeto víctima del terrorismo de Estado con un saldo de saber que enriquece a cada uno de los participantes y que puede ser transmitido a la comunidad.
Si la imagen en blanco y negro despierta la palabra, la decisión de introducir coloración y volumen moviliza al relato y los afectos de quienes conocieron a las víctimas. El trabajo de arte – memoria colectivo permite recuperar desde otro lugar la imagen, singularidad, sueños e ideales de cada una de ellas. En el proceso de construcción de la obra seres queridos y amigos toman sus fotos, conversan sobre ellos, los recuerdan, relatan distintos momentos vividos en la relación que cada uno tenía, se emocionan y dan color de acuerdo a su memoria, desatando las imágenes en blanco y negro del horror que con el tiempo quedó anudado a ellas. El trabajo en el taller conforma el campo oportuno para transmitir – a veces por primera vez - aquello que se calló y quedó anudado al terror durante años.
La reconstrucción es profunda y abierta a la novedad, testimonio de ello es cómo a partir del encuentro de cuadernos, papeles y documentos donde se halla la letra manuscrita de las víctimas, se introduce la idea de reconstruir la firma partiendo del estilo de escritura. Si bien el nombre propio forma parte de la mímesis general del cuadro, de igual manera que en las filacterias icónicas opera redoblando el carácter simbólico de la imagen que se ofrece a la vista del público a la manera de un “yo soy” que otorga identidad.
La obra no finaliza en el cuadro. Su puesta en el espacio público bajo diferentes formas permite y facilita la participación de quienes escucharon hablar de ellos, conocieron sus historias de vidas o s se identifican con sus sueños abriendo el trabajo de elaboración a la comunidad pero ya no desde lo traumático de la muerte sino desde el reencuentro con sus colores, miradas, sonrisas, ideales y vida. El recuerdo no se centra en cómo murieron, sino en cómo vivieron construyendo un relato enriquecido y novedoso de cada uno. Así desde el arte, se impugna al silencio. La puesta en el espacio público comunica fuertemente lo transmisible de la experiencia. La comunidad es participe, ya que este pasaje por el Otro y los otros apunta a movilizar cuerpos y relatos para convertir el horror “en blanco y negro” en colores de vida. No es posible recuperar sus vidas, pero si aquello que la animó: su sensibilidad por el otro, la articulación de sus deseos a ideales políticos y sociales que impulsaron su trabajo y sus acciones… aquello que el terror quiso destruir.
El arte se convierte en pieza imprescindible para operar en la ruptura, produciendo formas que apuntan a lograr que los distintos espectadores asuman o recuperen su lugar de protagonistas para poder decir “esta historia, la historia de… me concierne”; novedosa articulación donde palabra, arte y política operan una vez mas para desanudar las consecuencias que el terror produjo en el cuerpo social.
Horacio Wild. 2012
(Texto publicado en el catálogo de la muestra y en un suplemento de uno de sus auspiciantes, Pagina 12)
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